Cada acontecimiento de nuestra vida nos supone la realización de ajustes para adaptarnos a las nuevas circunstancias. Estos acontecimientos desorganizan nuestra vida tanto si son negativos – la muerte de un ser querido-, como si son positivos – la obtención de un nuevo empleo -.
De cualquier forma nos obligan a detenernos y tener que dejar atrás modos habituales de actuar para sustituirlos por nuevas estrategias que nos sirvan para manejar las nuevas situaciones a las que nos tenemos que enfrentar. Esto también nos lleva a realizar modificaciones de nuestra visión del mundo y nuestro funcionamiento dentro de él.
Algo que nos ayuda a poder adaptarnos a los cambios es que éstos sean graduales, que tengamos tiempo para anticiparlos y que los podamos asumir. Es por esto que las pérdidas rápidas, imprevistas y que superan nuestra capacidad de asimilación tanto por intensidad como por su magnitud se convierten para nosotros en obstáculos casi imposibles de salvar y dificultan muchísimo nuestro proceso de duelo.
Pero… ¿Reaccionamos todos igual?, ¿Hay algo dentro de nosotros que influye en cómo nos enfrentamos a estas pérdidas?
Indudablemente el contexto, las circunstancias de la pérdida y el apoyo social van a tener un papel importante, pero… hay muchas personas, más de las que nos pensamos, que son capaces de adaptarse a las experiencias de pérdida, sin que se vea tan afectada su vida cotidiana. Son las llamadas personas resilientes.
El concepto de resiliencia hace referencia a: “la capacidad de un individuo o de una familia para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, a situaciones potencialmente traumáticas y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos”.
La resiliencia no es una característica absoluta ni se adquiere para siempre. Es una capacidad que resulta de la interacción de la persona con su entorno.
¿Qué factores promueven la resiliencia?
- La seguridad en uno mismo y en la propia capacidad de afrontamiento.
- El apoyo social.
- Tener un propósito significativo en la vida.
- Creer que uno puede influir en lo que le sucede a su alrededor.
- Creer que se puede aprender de las experiencias positivas y también de las negativas.
La investigación ha demostrado que las personas resilientes conciben y afrontan la vida de un modo más optimista, entusiasta y enérgico; son personas curiosas y abiertas a nueva experiencias, caracterizadas por altos niveles de emocionalidad positiva (Block y Kremen, 1996).
Se ha encontrado que las personas resilientes hacen frente a experiencias traumáticas utilizando el humor, la exploración creativa y el pensamiento optimista (Fredrickson et al, 2003).
Somos protagonistas activos de los procesos de elaboración de nuestras pérdidas. Es en las circunstancias adversas donde encontramos nuestra fortaleza interior y desarrollamos recursos de afrontamiento para afrontar la pérdida. Con ánimo optimista quiero terminar este post diciendo que somos mucho más fuertes y resistentes de lo que nos pensamos y sólo el hecho de creerlo ya es un punto de partida en nuestro camino de superación del duelo.
¿Qué os parece, os consideráis una persona resiliente? ¿Habéis conseguido salir fortalecidos tras sufrir una pérdida significativa? Os animamos a que expliquéis si os apetece vuestra experiencia con todos/as nosotros/as y a compartir este artículo con otras personas a las que pueda interesar.
En relación a este tema, quizás también os guste leer el anterior artículo: “Pérdidas y ganancias a lo largo de la vida”
FUENTES:
La experiencia traumática desde la psicología positiva: Resilencia y crecimiento post-traumático.
Beatriz Vera Poseck, Begoña Carbelo Baquero y Mª Luisa Vecina Jimenez.
Papeles del Psicólogo 2006. Vol.27 (1). Págs-40-49
Resiliencia individual, familiar y social.
2007. Roberto Pereira.
Acompañamiento en el duelo y medicina paliativa. (2007)
Sociedad Vasca de Cuidados Paliativos – Fundación Paliativos sin Fronteras.
Wilson Astudillo, Magdalena Pérez, Ángel Ispizna, Ana Orbeguzo.
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