Muchos padres tienen miedo de usar el "no" con sus hijos porque piensan que le limitan la forma de explorar el mundo, pero es una idea errónea. Siempre se intentará hacer un balance de síes y noes que se usan a lo largo del dia para no pecar por exceso o defecto.
Cada vez que el niño quiera alcanzar, morder o jugar con un objeto inapropiado, hay que decirle que no sin alterarnos, muy despacio y mirándole a los ojos, si es necesario nos pondremos a su altura para que podamos cerciorarnos de que nos está atendiendo.
Además, hay que usar frases muy sencillas del tipo «no, las llaves a la boca, no», y acompañarlas de gestos que puedan entender.
Esta fórmula, a primera vista muy sencilla, es suficiente. Pero habrá que repetirla las veces que sea necesario. Porque, después de todo, lo que estamos haciendo es educarle. Y eso requiere observarle continua y constantemente.
PONER LÍMITES ES FUNDAMENTAL
- Conseguir que obedezcan al «no» debería ser una de las prioridades de los padres cuando sus hijos llegan al año.
- Los límites son imprescindibles para que el niño se sienta seguro y tranquilo. Con ellos sabrá qué puede hacer y qué no.
- Las normas le hacen estar seguro y ganar autonomía poco a poco.
ES PRIMORDIAL TENER LOS MISMOS CRITERIOS EDUCATIVOS
Una de las tareas más difíciles es mantener los mismos criterios. O, dicho de otro modo, que todos los que cuidamos al niño digamos «no» a las mismas cosas. Es fundamental ponerse de acuerdo (padres, abuelos y cuidadoras) para que los niños puedan asimilar límites (no coger, morder, tocar determinadas cosas), las rutinas (la hora de las comidas, el baño, la cama) y las normas (no salir a la calle sin abrigo, ver la tele solo media hora, pintar únicamente en folios).De lo contrario, el niño se sentirá desorientado y... ¡enfadado!
Igual de importante es no contradecirse uno mismo. Mantener sus rutinas es fundamental para que empiece a asimilar las normas. Y aunque al principio cueste, poco a poco veremos que el trabajo ha merecido la pena.
MEJOR UN PREMIO QUE UN CASTIGO
La idea es felicitarle cuando cumple las normas. Eso no significa que no haya que corregirle.
Debemos hacerlo de forma calmada pero firme, sin dudar. Así, si Juan coge el muñeco preferido de su hermano y lo tira al suelo una y otra vez, a la tercera vez se lo quitaremos de las manos y le explicaremos de nuevo que eso no se hace.
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