¿Realmente funcionan los programas de tratamiento en los maltratadores?

 

Una de las preguntas más habituales que nos hacemos todos es ésa. ¿Qué pasa con los maltratadores, realmente se rehabilitan? ¿Producen cambios los programas de tratamiento a los que se someten los maltratadores? Primero voy a dejar claro, que existen tres tipos diferentes de contextos de intervención:

1-      Programas voluntarios en Comunidad: para los agresores que no ha denuncia o condena y el propio maltratador busca ayuda por presión familiar o iniciativa propia. Este tratamiento lo busca como última oportunidad, cuya motivación es evitar una ruptura de pareja. Han sido atendidos normalmente antes por servicios de salud mental, sociales o psicólogos privados.

2-      Los Servicios de gestión de penas y medidas alternativas (SGPMA): para los que tienen condena y pero en libertad si cumplen el programa. Es de obligado cumplimiento, tienen reglas de conducta (orden de alejamiento y comunicación)y si no las cumplen ingresarían en prisión para cumplir su condena. Es necesario realizar una permanente evaluación ya que al estar en libertad existe la posibilidad de contacto con la propia victima, por eso se implementan mecanismos de protección para las victimas durante todo el periodo de suspensión de la condena.  

3-      En prisión: son los que cumplen la condena dentro de los centros penintenciarios. Son programas voluntarios que se les ofrece a los internos condenados por estos delitos, se realizar en la última parte de la condena previamente a la salida de prisión y se establecen mecanismos de protección de las victimas si la persona sale de permiso.

En función de esto, las investigaciones y estudios realizados al respecto nos muestran que los programas de tratamiento en cualquiera de los 3 casos, obtienen resultados positivos. Veamos cuales:

ü  Respecto a los programas voluntarios en comunidad, los resultados del estudio, con 196 sujetos que participaron voluntariamente sin medidas judiciales de por medio en un programa de tratamiento individual, mostraron una elevada tasa de abandonos y rechazos al tratamiento pero un elevado éxito terapéutico de los agresores que finalizaron el tratamiento . En el 88%  habian desaparecido los episodios de maltrato en una evaluación posterior, información aportada por el agresor y la víctima. Además se produjo aumento de la empatía y de la autoestima, corrección de las distorsiones cognitivas y una disminución después de un año de los síntomas psicopatológicos (ansiedad, depresión, ira e inadaptación a la vida cotidiana).

ü  En relación a los que se llevan a cabo en las prisiones, la eficacia de la intervención fue de una muestra de 148 hombres que cumplían condena, resultó eficaz para la modificación de los sesgos cognitivos tanto sobre la inferioridad de la mujer como sobre la violencia como forma válida de afrontar las dificultades cotidianas. Redujeron síntomas piscopatológicos, de la impulsividad y de la ira, y un aumento de la autoestima.

ü  Por último, los que realizan el programa de forma obligatoria, al finalizarlo manifestaron menores niveles de actitudes sexistas, celos, conflictos de pareja, menores niveles de ira, menor hostilidad y abuso emocional sobre la pareja, mejor calidad en la relación de pareja.

Bien ¿y con respecto a la reincidencia que pasa? El resultado fue que sólo 29 sujetos fueron nuevamente denunciados, lo que equivale a un 4.6 % de todos los penados tratados.

En definitiva, los estudios realizados en nuestro país sobre la eficacia de estos programas muestran en general resultados positivos. Las propuestas de mejora actuales van dirigidas a reducir los niveles de abandono, aumentar la capacidad de detectar los agresores con perfiles resistentes al tratamiento, a utilizar grupo de control en las evaluaciones y a encontrar una mejor adaptación de los programas a las características de los agresores.

 

VERÓNICA DIAZ

Psicóloga de AyC

 

 

 

 

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